El otro día, al salir de casa, me encontré tiradas en el portal un montón de
palabras que me impedían acceder a la calle. Intenté apartarlas con cuidado para
no tropezar y caerme, y por no dañarlas más de lo que ya estaban, que algunas de
ellas, de tan deterioradas, habían perdido todo su sentido. Entre lo excepcional
del obstáculo y lo desapacible del día, decidí sentarme en los escalones del
rellano y comenzar a desenredar la malla de vocablos que tenía delante.
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