Mientras el conductor del autobús me ticaba el billete, vi al fondo a una chica
que iba leyendo un libro. Era en apariencia joven, con el pelo liso, vestida con
una gabardina roja que no me permitía ver su atuendo pero sí sus medias, negras,
tupidas y sus zapatos, negros también, de tacón generoso. Me dirigí hacia ella y
me senté a una distancia que podríamos calificar de no tan próxima como para
incomodarla ni tan alejada como para no poder observarla con detalle.
Seguir leyendo...