Admitamos que cada cosa tiene su proceso y que, por mucha voluntad que queramos ponerle a algo, no se pueden realizar determinadas acciones, o no pueden suceder algunos hechos, hasta que no es su momento. Esto que les acabo de escribir queda estupendo como concepto abstracto o como punto de partida de algún congreso de psicología o filosofía, pero en nuestro día a día las cosas, las buenas, queremos que sucedan mejor ahora que luego y ya no les digo si ustedes son de carácter impaciente.