Ya me gustaría a mí poder
empezar este relato trayéndoles buenas noticias, pero lamento que no sea así.
Cuando ustedes estén leyendo esto, si es que sacan tiempo para ello de entre
sus ocupaciones familiares y consumistas, sabrán que de la camiseta se nos ha
caído ese escudo dorado que nos adornaba como campeones del mundo.